Cuentos


El plantador de dátiles

En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Elihau de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Elihau transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
— ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.
— Contigo –contestó Elihau sin dejar su tarea.
— ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?
— Siembro –contestó el viejo.
— ¿Qué siembras aquí, Elihau?
— Dátiles –respondió Elihau mientras señalaba a su alrededor el palmar.
— ¡Dátiles! –repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez comprensivamente
— El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.
— No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...
— Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
— No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso ¿qué importa?
— Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
— Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar estos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido,vale la pena terminar mi tarea.
— Me has dado una gran lección, Elihau, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me has dado – y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.
— Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
— Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.
— Y a veces pasa esto – siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas —: sembré para no cosechar y antes determinar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces.
— Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte.








LAS COSAS NO SON SIEMPRE LO QUE PARECEN
Dos ángeles se pararon para pasar la noche en el hogar de una familia muy adinerada.
La familia rica pero nada hospitalaria, no quisieron permitirles a los ángeles que se quedaron en la habitación de huespedes de la mansión.
Solo le dieron a los ángeles un lugar pequeño en el frío sótano de la casa.
A medida que ellos preparaban sus camas en el duro piso, el ángel más viejo vió un hueco en la pared y lo reparó.
Cuando el ángel mas joven preguntó ¿Por que?
El ángel mas viejo respondió: "Las cosas no siempre son lo que parecen"
La siguiente noche, el par de ángeles llegó a descansar a la casa de una familia muy pobre pero muy hospitalaria.
Después de compartir la poca comida que poseían le permitieron a los ángeles dormir en su propia cama, para que pudieran pasar una noche cómoda.
Cuando amaneció , los ángeles encontraron a la pareja bañada en lágrimas.
La única vaca que teníam, cuya leche había sido su única entrada de dinero, yacía muerta en el campo.
El ángel más joven estaba furioso y preguntó al ángel mas viejo ¿Como pudiste permitir que esto pase?
La primera familia, todo lo poseía y sin embargo nada compartió y tu le ayudaste.
La segunda familia lo poco que tenía lo compartió y tu permitiste que la vaca muriera, acusaba el ángel más jóven.
"Las cosas no son siempre lo que parecen" replicaba el ángel más viejo.
Cuando estábamos en el sótano de la mansión yo note que había oro almacenaso en aquel hueco de la pared, y debido a que su propietario estaba tan obsesionado con el dinero y a no compartir su buena fortuna, yo sellé el hueco de manera tal que jamás pudiera encontrarlo.
Y anoche cuando dormíamos en la cama de aquella buena y pobre familia, el ángel de la muerte vino en busca de la esposa y yo le ofrecí a la vaca en su lugar.
"Las cosas no son siempre lo que parecen"




Un cuento del escritor O´Henry tomado de un viejo cuento suizo 

Se trata de dos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía 13 años y el 18.
Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña.
Él era alto, esbelto y musculoso dado que era leñador desde la infancia.
Ella era rubia, de pelo muy largo hasta la cintura, tenía los ojos verdes hermosos, maravillosos.
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día cuando ella tuvo 18 años y el 23, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador.
Despues de casarce se fueron a vivir allí, para la alegría de todos.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos.
Cuando el día del primer aniversario se acercaba ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor.
Pensó hacerle un regalo que significara esto.
Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo,; un pullover tejido tampoco la convencía pues ya se los había tejido.
Decidió bajar al pueblo para ver que podía encontrar allí y comenzó a caminar por las calles.
Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes había ido guardando de los vueltos de las compras.
Al pasar por una joyería, vió una hermosa cadenita de oro en la vidriera.
Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente.
Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le habíaregalado antes de morir.
Desde que era chico, el guardaba ese reloj en un estuche de gamuza que dejaba siempre al lado de su cama.
Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre el reloj, lo lustraba, le daba cuerda, se quedaba escuchándolo, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj"
Entró y preguntó cuanto valía y ante la respuesta una angustia la tomó por sorpresa.
Era mucho mas dinero que el que ella había imaginado, de lo que ella había podido juntar.
Salió del pueblo un poco triste, pensando que hacer para conseguir el dinero necesario para esto.
Entonces pensó en trabajar, pero no sabía como, pensó y pensó, hasta que al pasar por la única peluquería del pueblo, encontró un cartel que decía: "Se compra pelo natural"
Y como ella tenía ese pelo rubio que no se había cortado desde que tenía 10 años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar cadena y reloj.
No dudó, le dijo a la peluquera.
-Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo ¿Usted me lo compraría?
-Seguro -fue la respuesta.
-Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa sin decir nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito mas fuerte que de costumbre.
Luego él se fué a trabajar y ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y luego de tomar el dinero se dirigío a la joyería. Compró la cedena de oro y la caja de madera.
Cuando llegó a la casa, esperó se hiciera la hora que él solía regresar.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajo las luces, puso solo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza.
Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado, ya abría tiempo después para explicárselo.
El llegó, se abrazaron ,uy fuerte y se dijieron lo mucho que se querían.
Entonces ella sacó de abajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj.
Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba.
La caja tenía dos enormes peinetones que él había comprado vendiendo el reloj de oro del abuelo.

Si creen que el amor es sacrificio por favor no se olviden de esta historia.
El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sinó para disfrutar de su existencia.
Si te amo lo mejor que puedo hacer es trabajar para construir la manera en que los dos vivamos juntos el mayor de los placeres: "El encuentro"
Un encuentro donde vos sepas que estoy al lado tuyo porque quiero y lo prefiero y donde yo sepa que estás al lado mío porque me elegis a mí para estar con vos.


COMPARTIENDO LA MEJOR COSECHA



En cierta ocación, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, el cual ganaba el concurso al mejor producto año tras año.
El agricultor confesó que se debía a que compartía sus semillas con los vecinos.
-¿Por qué comparte su mejor siembra de maíz con sus vecinos, si usted tambien entra al mismo concurso año tras año? Preguntó el reportero.
-Verá usted, señor, dijo el agricultor, el viento lleva el polen del maíz maduro de un sembradío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío.
Si voy a sembrab buen maíz, debo ayudar a que mis vecinos también lo hagan.

Quines decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca.
Y quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, porque el nienestar de cada uno se halla unido al bienestar de todos.

 

Una broma del maestro


Con frecuencia el ser humano ordinario, en su ceguera espiritual, no reconoce al verdadero maestro. solo un discípulo sincero reconoce al maestro sincero. Porque hay muy pocos aspirantes sinceros, cada día quizá hay menos maestros sinceros. A veces la gente incluso se permite querer equivocar al verdadero maestro o ridiculizarle. Pero el maestro, desde su estado de ecuanimidad, nunca se sentirá ridículo y aún si conviene, sabrá darle la vuelta a la estratagema. Así es la historia que sigue.
Había en el pueblo un hombre santo que a los aldeanos les parecia, por un lado, una persona interesante y por otro, un extravagante. El caso es que le pidieron que les predicase.
El hombre aceptó y el día que se reunieron para hablarles intuyó que los asistentes no eran sinceros en su actitud, y les preguntó:
_Amigos, ¿Saben de lo que les voy a hablar?
_No -respondieron los aldeanos.
-En ese caso -agregó el hombre santo- no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de que voy a hablarles, no les hablaré.
Los asistentes, avergonzados y desconcertados, marcharon a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar otra vez las palabras del maestro.
El hombre santo se reunió nuevamente con los aldeanos y les preguntó:
-¿Sabéis de lo que voy a hablaros?
Los aldeanos estaban ahora preparados y respondieron:
-Sí, lo sabemos.
-Siendo así -añadió el maestro- no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paseís una buena noche amigos.
Los aldeanos estaban irritados. No se dieron por vencidos. Una vez más reclamaron la predicación del hombre que consideraban un extravagante.
-¿Sabéis de lo que voy a hablaros?
Los aldeanos ya habían estudiado su respuesta, confiando en que esta vez obligarían al hombre a hablar. Contestaron:
-Algunos lo sabemos y otros no.
El hombre santo repuso:
-Muy bien. En tal caso los que saben que transmitan su conocimiento a los que no saben.
Y abandonó la sala y se retiró al solitario bosque, donde no residía tanta estupidez.







CONJURO SIOUX

Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu....
- Nos amamos...- empezó el joven
- Y nos vamos a casar....- dijo ella.
- Y nos queremos tanto que tenemos miedo...queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán... algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos...que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.
- Por favor...-repitieron – hay algo que podamos hacer?
El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes... tan enamorados...y tan anhelantes esperando su palabra...
- Hay algo....-dijo el viejo- pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada...
- Nube Azul... -dijo el brujo- ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos... deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte... si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena...¿Comprendiste?
- Y tú, Toro Bravo...-siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno...cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva...el mismo día en que vendrá Nube Azul... Salgan ahora!
Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada... ella hacia el norte y él hacia el sur...
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas...eran verdaderamente hermosos ejemplares...
- Y ahora qué haremos...-preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

- No – dijo el viejo.
- Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne?- propuso la joven.
- No - repitió el viejo.- Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con esta tiras de cuero... cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres...
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros...el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse....
Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto... son ustedes como un águila y un halcón... si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose... sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro...
Si quieren que el amor entre ustedes perdure...
 “Vuelen juntos...pero jamás atados”.








El verdadero valor del anillo

Sobre la necesidad del reconocimiento y valoración.

Hay una vieja historia sobre un joven que concurrió a un sabio en busca de ayuda:
_ Vengo maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada, me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Que puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo le dijo:
_ Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después… y haciendo una pausa agregó _Si quisieras ayudarme tu a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
_ Encantado maestro, titubeo el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
_ Bien, asintió el maestro. Se quito un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó, toma el caballo que está ahí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda, es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido posible.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llego empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara, y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazo la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que cruzaba en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó el caballo y regresó.
Cuanto hubiera deseado el joven tener el mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entro en la habitación.
_ Maestro, dijo, lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste, quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
_ Que importante lo que dijiste, joven amigo, contestó sonriente el maestro, debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero, ¿Quien mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él, pero no importa cuanto te ofrezca, no se lo vendas, vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo peso y luego dijo:
_ Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
_ 58 monedas??? Exclamo el joven.
_ Si replicó el joyero, yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El joven  corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
_ Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo, tú eres como este anillo, una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto.
¿Que haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.






99 MONEDAS DE ORO

Había en las afueras de un pequeño pueblo, dos casas vecinas.
En una vivía un afortunado y acaudalado agricultor, estaba rodeado de sirvientas y tenía acceso a todo lo que se le ocurriese.
En la otra una casita humilde, vivía un viejo de hábitos muy austeros, que usaba gran parte de su tiempo en trabajar la tierra y orar.
El viejo y el rico se cruzaban diariamente y cambiaban una pocas palabras, el rico hablaba de su dinero y el viejo de su fe.
La fe... se burlaba el rico.
-Si como dices tu Dios es tan poderoso ¿Por qué no le pides que te envíe suficiente como para no pasar las privaciones que atraviesas?
-Tienes razón, dijo el viejo y se metió en su casa.
Al día siguiente al cruzarse, el viejo tenía una cara de felicidad como pocos.
-¿Qué te pasa viejo?
-No es que me pase nada, pero siguiendo tu consejo le pedí a Dios esta mañana que me enviara cien monedas de oro.
-Ah ¿Si?
-Sí, le dije que como yo había sido un buen hombre respetuoso de sus leyes, me merecía un premio y que elegía las monedas. ¿Te parece excesiva la cantidad?
-No importa que me parezca a mí, dijo el rico burlonamente, lo importante es que no le parezca demasiado a Dios, quizás el crea que tu premio es de 20 monedas o 50 u 92 o 92 ¿Quién sabe?
-Ah, no, Dios puede decidir si yo merezco el premio o no, pero mi pedido fue claro, yo quiero 100 monedas, no aceptare 20 ni 30 ni 92, yo he pedido 100, y no tengo dudas de que si Dios puede ocuparse de mi pedido la hará.
Él no regateará conmigo y yo no regatearé con él 100 es el pedido y 100 el mandará, yo no pienso aceptar que mande ni una moneda menos.
_¡Ja, ja! Tu si que eres exigente, dijo el hombre.
-Así como Él me exige, yo le exigiré, dijo el viejo.
-Yo no te creo capaz de rechazar 20 o 30 monedas que te mande tu Dios, solo porque no son 100.
_Pues rechazaría cualquier suma inferior a 100, sin embargo, si Dios cree que es poco y decide mandarme más, también evitaría quedarme con el resto.
-Ja, ja, estás totalmente loco y me quieres hacer creer este cuento de tu fe y de tu determinación, me gustaría verte manteniendo esta postura.
Y cada uno se volvió a su casa.
Al rico, por alguna razón, este viejo lo alteraba, él debía desenmascararlo y lo haría esa misma noche.
Preparó en una bolsa 99 monedas de oro y se fue hasta la casa del vecino.
Este estaba de rodillas y rezaba.
-Dios querido, ayudadme en mis necesidades, creo tener derecho a esas monedas, quiero 100 exactas monedas.
Mientras el viejo rezaba, el rico subió al techo y mando las monedas por el hueco de la chimenea y luego bajo a espiar.
El viejo seguía de rodillas, cuando oyó el sonido metálico caer por el hueco de la chimenea, lentamente se incorporó, se acercó a la chimenea y levantó la bolsa.
Se acercó a la mesa y vació el contenido de la bolsa, la pila de monedas apareció ante él, el viejo cayo de rodillas y agradeció al buen Dios el presente enviado.
Cuando terminó de rezar comenzó a contar las monedas, ¡noventa y nueve! Eran 99 monedas.
El hombre rico seguía espiando, preparado para demostrar su teoría.
El viejo alzó la voz al cielo y dijo:
-Dios mío, veo que tu decisión es cumplir el deseo de este pobre viejo, pero veo también que en las arcas del cielo no había más que 99 monedas y no quisiste hacerme esperar por tan solo una moneda.
No obstante tal como te he dicho, no quiero aceptar una moneda más que cien ni una menos.
Es un imbécil pensó el rico.
Por otro lado eres para mi de absoluta confianza, por ello y por única vez voy a dejar a tu libertad el momento en que me mandarás la moneda que me debes.
¡Traición! Grito el rico ¿Hipócrita! Y golpeo la puerta de su vecino.
-Eres un hipócrita, dijiste que no ibas a aceptar menos de 100 y ya estás embolsando esas 99 como nada, mentiroso tu y tu fe y tu Dios.
-No se como sabes de las 99 monedas, dijo el viejo.
-Lo sé porque yo te envié esas 99 monedas, solo para demostrarte que eres un charlatán... No aceptaré menos de 100 monedas ¡Ja, ja!
-Y de hacho no aceptaré Dios me enviará la última cuando y como Él lo decida.
-Él no te enviará nada, porque el que mandó esas monedas fui yo.
-No discutiré si tu fuiste o no el instrumento que uso Dios para satisfacer mi pedido, pero el caso es que este dinero cayo por mi chimenea mientras yo lo pedía y es mío.
El hombre rico cambió su sonrisa por un gesto adusto.
-¿cómo que es tuyo? Esta bolsa y estas monedas son mías, yo las envié.
-Los designios de Dios son incomprensibles para el ser humano.
-Maldito seas tu y tu Dios, devuélveme mi dinero o te haré compadecer ante el juez y perderás también lo poco que tienes.
-Mi único juez es mi Dios, pero si te refieres al juez en el pueblo, no tengo inconvenientes en poner en sus manos el problema.
-Bien, vamos entonces.
-Vas a tener que esperar hasta que compre un carruaje, porque ahora no tengo y un viejo como yo no puede darse el lujo de peregrinar hasta el pueblo.
-Nada de esperar, yo te ofrezco mi carruaje.
-Realmente agradezco tu actitud, en todos estos años nunca me habías ayudado en nada, bien de todas maneras deberemos esperar que pase un poco el invierno, hace mucho frío y mi salud no soportaría llegar al pueblo sin tener un buen abrigo.
-Estás tratando de dilatar el tema, dijo el rico furioso, te daré mi propio abrigo de pieles, para que puedas viajar, ¿Qué otra excusa tienes?
-En ese caso, dijo el viejo, no puedo negarme.
El viejo se abrigo con las pieles, subió al carruaje y partió hacia el pueblo, seguido por el hombre rico con otro coche.
Llegados allí, el hombre rico se apresuró a pedir audiencia, y cuando el juez los hizo pasar, le contó en detalle su plan para desacreditar la fe del viejo, como había puesto las monedas y como el viejo se había negado a devolvérselas.
-¿Qué tienes para decir viejo? Preguntó el juez.
-Señoría mucho me extraña tener que estar aquí, para confrontar con mi vecino por este tema.
El hombre es el más rico de la ciudad, nunca ha demostrado ser solidario, nunca ha tenido una actitud caritativa con los demás.
No creo que sea necesario que yo argumente en mi defensa. ¿Quién podría creer que un hombre avaro como este va a poner casi 100 monedas en una bolsa y las va a arrojar por la chimenea del vecino?
Me parece claro que el pobre hombre me espiaba y al ver mi dinero, su codicia le hizo inventar esta historia.
-¡Inventar! Viejo maldito, grito el rico, tu sabes que todo es como yo digo ni tu te crees esa patraña de Dios enviándote monedas, devuélveme la bolsa.
-Evidentemente, señoría este hombre está muy perturbado.
-Claro me perturba que me roben, te exijo que me des esa bolsa.
El juez estaba asombrado, los argumentos de ambos lo obligaban a tomar una decisión, pero ¿Cuál sería la justa decisión?
-Devuélveme mi dinero viejo tramposo, ese dinero es mío, solo mío.
En un momento el rico saltó la baranda que los separaba e intentó, fuera de sí, arrebatar la bolsa al viejo.
-¡Orden! Grito el juez.
-Lo ve señor juez, la codicia lo enloquece, no me extrañaría que si consigue la bolsa empezará a decir que también el carro en el que vine es suyo.
-Claro que es mío, dijo el rico, yo te lo presté.
-Lo ve usted señoría, lo único que falta es que quiera ser el dueño de mi propio abrigo.
-¡Por supuesto que soy el dueño! Grito ya descontrolado, es mío, todo es mío, la bolsa, el dinero, el carruaje, el abrigo, todo es mío... todo.
-¡Alto! Dijo el juez que ya no tenía dudas.
-¿No te da vergüenza querer sacarle lo poco que tiene este pobre viejo?
-Pero...pero...
-Sin peros, eres un codicioso y un aprovechador, siguió el juez, por haber intentado estafar a este pobre viejo, te condeno a una semana en la cárcel y a pagarle a tu vecino 500 monedas de oro en compensación.
-Perdón su señoría dijo el viejo, ¿Puedo hablar?
-Si anciano.
-Yo creo que el hombre ha aprendido su lección, yo le pido a pesar de ser mi adversario que le levante la condena y que le imponga solo una multa simbólica.
-Eres muy generoso anciano, ¿Qué propones 100 monedas más, 50?
-No señor juez, yo creo que con solo una moneda será suficiente castigo.
El juez golpeó con su martillo y sentenció.
-Gracias a la generosidad de este hombre y no porque sea el deseo de la corte, se impone al acusado una simbólica multa de una moneda de oro, que deberá ser pagada de inmediato.
-¡Protesto! Dijo el rico, ¡Me opongo!
-Salvo que el sentenciado prefiera la sentencia no tan benévola de esta corte.
El hombre rico resignado sacó una moneda y la entregó al anciano.
El rico salió corriendo a su carruaje y se marchó del pueblo.
El juez saludó al viejo y también se retiró.
El viejo alzó los ojos al cielo y dijo:
-Gracias Dios, ahora si, no me debes nada.






Escuchando tu sentido interno

“Había un niño que siempre se estaba rascando la cabeza. Un día su padre le miró y le pregunto: -Hijo, ¿por qué te rascas siempre la cabeza?
-Bueno –respondió el niño_ Supongo que porque soy el único que sabe que me pica.

Esto es lo que es el sentido interno, solo uno y cada uno sabe donde le pica, nadie más puede saberlo, no se puede ver ni observar desde el exterior. No se puede demostrar, no lo puedo poner sobre la mesa para que alguien venga a examinarlo, interpretarlo, ni definirlo.

Encontrando el rostro original
Cuando eres quien eres, relajado, sin tensiones, sin pretensiones ni hipocresías, sin las supuestas reglas y normas de cómo te debes comportar, que es lo que deberías hacer, esto es lo que la gente del Zen llama “tu rostro original” ser tu mismo sea lo que sea que fueras.
El rostro original significa que no estas dominado desde el exterior, que vives tu vida según tu sentido interno.
A veces los otros no nos permiten que seamos nosotros mismos y hemos aprendido estas ideas tan profundamente que nos parece, que creemos que son nuestras propias ideas, nuestros propios sentimientos y valores.
Pero encontrar el rostro original es poder olvidarse de estos condicionamientos, encontrarnos con nuestros propios sentimientos y solo a través del sentido interno podemos conectarnos con ellos, solo nosotros sabemos donde nos pica la cabeza.
Reformularnos nuestros propios valores y desechar lo que no nos sirve. Es preferible quedarse sin hojas que tener hojas de plástico que no son verdaderas que no son auténticas, y en esa desnudez darnos la posibilidad de que broten nuestras propias hojas verdes y frescas.



Fábula china

Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó: "¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea ins ensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura" Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz"

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China"

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardine ría, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar p or todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó: "Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles"

Maravilloso relato, ¿no? En tiempos donde lo importante parecen ser los resultados, los logros, lo visible, cultivar el valor de la honestidad parece un valor perdido... Somos capaces de inventar los más variados argumentos para excusarnos, por no decir "me equivoqué, tienes razón, no sé acerca de esto". Opinamos sobre todo, juzgamos a todos... la "viveza" se ha convertido en un valor, encubriendo la mentira, el engaño, la falta de honestidad para con nosotros mismos... La verdad, la sinceridad, la humildad... no son virtudes exacerbadas en los cartoons para niños, ni en las publicidades para adultos hemos confundido el significado de la palabra ÉXITO.

Si he terminado mi día siendo leal a mí mismo, sin traicionar mis creencias y mis sentimientos, sin dejar de ser quien soy para quedar bien u obtener resultados... ese ha sido un día de éxito. Puedes hacer de este, un día exitoso... de ti depende.